¿PARA QUÉ SALIR MÁS TEMPRANO, SI NADIE PUEDE VERLOS?
El
tiempo transcurre bajo el sonido litigante de un reloj que marca el paso del
tiempo dentro del establecimiento educativo, la hora de salida siempre era la
13:00 en punto, momento del rencuentro, del almuerzo y de charla con los
padres. Aquel tiempo fue aprovechado inmensamente por varias generaciones, a la
salida en una mesa ovalada, redonda se compartía un plato de sopa y otro de
arroz mientras conversaban sobre su día. Ahora ese timbre se ha retrasado,
permanece tranquilo tres horas más, con el fin de encerrarlos, controlarlos,
vigilarlos y sostenerlos, porque en casa no hay padres, amigos, no hay vecinos,
ni parientes, ¿para qué salir más temprano, si nadie puede verlos?
El
sistema ha ido cambiando parámetros, situaciones que antes eran denominadas
normales y comunes, situaciones que marcaban sociedades, guiaban familiar,
fortalecían momentos.
Ahora
el tiempo es absorbido inquisitivamente, aprende más para producir más, tres
idiomas no son suficientes para competir con el otro profesional, quedarse más
tiempo en el colegio porque tus padres no te pueden cuidar, usar más tiempo la
tecnología porque los libros son aburridos y está te entretiene más. Zygmunt
Bauman manifiesta en su libro “la educación en un mundo líquido” la gente joven de edades comprendidas entre
los 8 y 18 años pasan más de siete horas y media al día con los teléfonos,
ordenadores, televisiones y otros artefactos electrónicos.
Pero
como podemos criticar tal situación si los mismos adultos no cogemos un libro,
no estamos en casa, no charlamos con ellos desde pequeños, vivimos pagando
clases particulares o cursos de fortalecimiento porque el tiempo nos persigue y
acosa. ¿Unos padres por obligación o por un descuido?.
Hemos
cambiado el tiempo y las actividades, hemos relegado el accionar por la
pasividad, el comercio y el mercado nos atrajo al vil fantasma de comprar. La educación
se ha vendido, atrás de un falso sentido, ingresan a los niños desde los noventa
días de nacidos a guarderías en donde permanecen igual que un oficinista ocho a
diez horas encerrado, porque en casa nadie los puede cuidar. Giroux “el
problema de la juventud en algo tan simple y llano como es el objetivo de
ejercitarlos para que se conviertan en consumidores”
Consumidores
de una sociedad que va en declive, sin cinturón, ni para caídas, ahuyenta a los
lobos y a los duendes, envenena la vida y a su naturalidad. Crecemos por el
camino de la producción y del mercado, el apuro por verlos crecer, que sean
hombre y mujeres que no dependen de nadie, los niños estorban, ahuyentan,
deterioran.
Resultado
de ese abandono generaciones crecen en la profunda soledad, ha aumentado suicidios,
drogadicción, tristeza y temores. No satanizo la educación ni a la familia,
pero creo firmemente que estamos por un camino cada ves más deteriorado y con
baches, es importante tomar pausas y pensar que necesitamos realmente, si somos
felices con lo que hacemos, y con lo que adquirimos.
El
tiempo es pasajero y se fuga de nuestras vidas, ¿para qué tanto apuro?, ¿para
qué obligarlos a crecer?, necesitan tiempo de calidad, conversar, ser atendidos
y protegidos. Necesitamos una educación más respetuosa, comunicativa e
interactiva, en donde padres y estudiantes sean parte del proceso. Familias que
sean felices sin apuro, entregadas a su desarrollo con cariño, apego.
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